Estamos en Grecia

Desde hace unos días publicamos una crónica diaria en Diagonal sobre las elecciones griegas. Ésta es la de hoy. Completa (con fotos), acá.

Días 2/3
Mantras, Syriza y la caja de Pandora

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Nos despertamos tarde. En el apartamento de al lado, se oye a alguien tomar clases de canto y de piano. Al principio hace gracia. Dormimos en un edificio de oficinas, es posible que de noche seamos las únicas habitantes. En el barrio hay muchos edificios deshabitados. Por ejemplo este de enfrente, de cuatro pisos, de aspecto apartamento de veraneo en la costa del sol: cables sacados por fuera, de balcón a balcón, persianas a medio bajar por un lado y completamente bajadas por el otro, ese signo máximo del abandono.
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Desayunamos en un barcito en uno de los muchos pasajes comerciales de Atenas. Tres hombres de alrededor de 60 años comen. Uno de ellos me pregunta si, en lugar de inglés, podríamos hablar alemán. Los tres van a votar a Syriza. El que habla alemán les vota desde hace 5 años. Los otros dos, antes, votaban al PASOK. PASOK kaput, les digo, y se ríen y asienten sin señal alguna de tristeza. Después sacan unas papeletas de Syriza y se ponen a inspeccionarlas. Desde el otro lado de la cristalera, me imagino que hablan de qué saben de cada una de las personas de esa lista, de si noséquien es de fiar, de si a noséquien no hay que votarle. La charla de la polis.

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Sissy, con quien quiero charlar sobre la situación del feminismo en Grecia y sobre la situación del feminismo dentro de Syriza, me cita en la plaza Monastiraki. Están repartiendo propaganda del partido, tienen que conseguir mayoría absoluta como sea, me dice, y estos últimos días son clave. En la plaza, me sorprende a) la edad de las personas que reparten propaganda, en torno a los 70 años, b) la precariedad de la cosa en sí -un carrito de metal, una banderola mínima del partido pegada con celo- y c) la poca atención que les presta la gente -una chica de unos 20 años coge el folleto, le pega un chicle, hace una bola y lo tira al suelo. Yo había esperado algo más ilusionante, pero al fin y al cabo, me pregunto, qué esperaba. Estoy en la campaña electoral de un partido político. Me he repetido esto tantas veces durante estos días, que ya se ha convertido en mantra.

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Un francés de Bretaña me dice que viene mucho a Grecia y que nunca había visto tanta riqueza. Dice que le han dicho que es porque la brecha social es tan grande que los ricos ya no tienen miedo de hacer ostentación.

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Otro francés, éste de Toulouse, en la misma plaza, me dice que hacía dos años que no estaba en Grecia y que nunca había visto tanta decadencia en el país. Me dice que siente la tensión en el ambiente, que el espacio público está totalmente abandonado, que la gente joven no se preocupa lo más mínimo. «Los bárbaros están aquí, son ellos, los jóvenes griegos»; eso me dice. Le pregunto cuánto tiempo lleva en la ciudad, porque yo no he sentido aún esa tensión. Llegó ayer por la noche. Después pasa a explicarme qué es Podemos y por qué España no puede avanzar como país, y a reírse del País Vasco y muchas cosas más que yo trato de escuchar con educación. Debo de conseguirlo, ya que luego me pide el teléfono porque le vendría muy bien un contacto en el País Vasco.
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La ecuación es así:
Merkel y cia expanden el miedo a Syriza porque son un peligro para Europa porque son radicales. El KKE (Partido comunista griego, heredero del Partido Comunista del exterior, el órgano en el exilio durante la ocupación nazi del país, de herencia soviética) no apoya y jura que no apoyará a Syriza porque son proeuropeístas y por tanto reformistas. El KKE m-l (Partido Comunista marxista leninista) y el m-l KKE (marxista leninista Partido Comunista) no apoyan al KKE porque son unos reformistas. Se presentan a las elecciones en coalición. Su cartel dice:
Condenemos al PASOK y a Nueva Democracia.
No cedamos a las ilusiones de Syriza y el debilitamiento del movimiento.
Sólo conseguirá desarmarnos.
La esperanza está en la lucha.
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Tres veces, tres personas diferentes, de tendencias políticas diferentes, me hablan de la caja de Pandora. Zeus presenta a Pandora y a Epimeteo, hermano de Prometeo, el que robó el fuego. Como regalo de boda, Pandora recibe una caja que no debe abrir bajo ninguna circunstancia. Pandora, claro, la abre, y resulta que en esa caja están todos los males del mundo que ahora, por su culpa, se han extendido por la tierra. Cuando mira la caja, sólo queda en ella una cosa: la esperanza. Las tres personas que me han hablado de esa caja solo se han referido a esa última parte, la de la esperanza. Como si los males no existieran; o como si los dieran por supuestos.

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Algunas cosas que piensan en Grecia sobre España:
1. que le va mejor porque «tiene industria».
2. que el sistema de las autonomías permite que el país funcione mejor. Y la versión contraria.
3. Españoles = Podemos. Conversación tipo:
-¿Sois de Podemos?
– No.
-A los españoles les interesa mucho podemos.

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En la plaza Panepsismos hay casetas del PASOK, de Antarsia, de Syriza, del KKE, de la coalición ml-lm. Sólo se diferencian unas de otras por el tamaño. Al cruzar la avenida, dos estructuras de unos cuatro metros con la cara sonriente de Tsipras, puño en alto. No recuerdo haber visto publicidad así en ningún otro lugar, y desde luego no he visto publicidad así de ningún otro partido en Atenas. Me sorprende este culto al líder que tampoco esperaba. Me repito el mantra de que estoy en una campaña electoral, y de que qué esperaba.

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Eleni es traductora y creadora de eslóganes. He inventado un eslogan en castellano, lo puedes usar si quieres. «Hay que transformar Grexit en Gréxito».

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Noche del día dos: el candidato Nikos Xidakis ha montado una fiesta «para artistas e intelectuales», me dice Efi, que nos ha llevado hasta allá. Hay gente bien vestida, es un local moderno con luces bajas y cócteles a 8 euros -que, por lo que me dicen María y María, dos mujeres con las que me pongo a hablar, es barato para los precios actuales de Atenas. Al vino invita el candidato. De repente la sala se vacía y toda la gente baja a escuchar la charla de Xidakis, que debe de ser graciosísimo, porque el público no para de reír. Xidakis es periodista, era el director del dominical del periódico -más bien a la derecha- Kafimerini. «Es el mejor columnista de la crisis», me dicen. Efi nos lo presenta y, cuando le decimos que venimos de Madrid, nos dice «Yo admiro mucho la retórica de Podemos». Después varias personas que estaban esperando a hablar con él se nos echan encima y no volvemos a hablar con el susodicho. Me repito el mantra.
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El logo de Syriza son tres banderas: una roja, una verde, una morada. Y una estrella de tres puntas. «Seguro que en 10 años esa estrella ha desaparecido», dice Enrique.
Por lo que me cuentan algunas compañeras feministas, que la bandera morada aparezca en último lugar del logo tampoco es casualidad. Mañana publican un artículo en la revista del movimiento feminista autónomo. “Unas elecciones sin el color morado”, se titula. Lo traduzco y lo mando al periódico.
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Noche del día 3 es el gran mitin de Tsipras en la plaza Omonia. Una bandera republicana, una bandera LGBTQ, una bandera griega, tres de Giovanni Communisti, unas cinco del Partido Comunista italiano que dicen “L’altra Europa con Tsipras”. El resto, banderas de Syriza, de diferentes colores. No había visto yo nunca tanta gente reunida en un mitin, es impresionante. Como no llegamos a ver el escenario, no nos damos cuenta de que el que habla, ya, es Tsipras. Me parece que tiene voz de funcionario, del que sale antes del líder en los mítines. Alguien con un megáfono le interrumpe varias veces –es amigo, Tsipras ni se inmuta. Al final del mitin llama a Pablo Iglesias, que sale al escenario, repite el estribillo de la canción de Leonard Cohen con la que lo han recibido –First we take Manhattan, then we take Berlin. Mi impresión es que a Iglesias se le aplaude más que a Tsipras. Es un momento de apoteosis total, estoy segura de que no hubo confeti pero así lo recuerdo ahora, como cuando una concursante gana el premio gordo y el bote acumulado en un concurso de televisión.
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Puede que ésta termine siendo la crónica del desencanto.
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Es difícil estar aquí, ir de un lado a otro tratando de entender lo máximo posible, estar presente en las entrevistas, estar presente con el resto de compañeras, sacar fotos, tomar notas, grabar, dormir lo suficiente y además escribir una crónica como a una le gustaría. Decido publicar así, en apuntes. Me prometo retomarlos después, aunque sé que es muy probable que no lo haga.
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Syriza es esdrújula

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